domingo, 21 de diciembre de 2014

La desolación de los espectadores de El Hobbit


Con tres palabras se puede resumir la última de Peter Jackson, El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos: ¿Que ha pasao?

De verdad, que le ha pasado con esta película con lo bien que iba. Viene a ser el equivalente al estudiante universitario que va fenomenal y luego se tira con una asignatura colgando cuatro años: o cuando haces un viaje de varias horas y ya, llegando a casa, se te cala el coche.

¿Qué te ha pasado, Peter?

Ha llenado la película de merchandising absurdo como cerdos, carneros y ciervos gigantes y un humor a ratos salido del peor Benny Hill. Parece que ha inundado la película de un tonto el que lo lea; como cuando los informáticos se aburren (o se vengan) y ponen mensajes secretos en las aplicaciones ;)

Vayamos por parte, y aviso de spoilers. Los primeros 10 minutos ¿qué narices pintan en esta peli? A ver. Si al dragón le queda nada más que un rato para incendiar la ciudad y que lo maten, pues vamos, lo pones de colofofón en la anterior y ya está ¡Qué no pasa na! Que la gente iba a ir a ver esta peli, ya ves tu que nos importará cuando muere. Con esto...mal.

Después: Jackson, que somos mayorcitos. Que si vamos a estas es porque nos gustaron el Señor de los Anillos y nos tragamos dos horas de batalla. Serias. No te empeñes en meter chistecillos y chascarrillos cada 5 minutos porque, no solo es absurdo, si no que nos distraes. Que parecía The Hobbit Movie.

¡Que no, que no nos dormimos! No hace falta que nos metas un chiste cada dos por tres. A ver, céntrate, que se supone que están luchando a muerte y no echándose una play con los colegas sabiendo que no vas a morir. Un poquito de seriedad cuando derramamos sangre.

Y luego...que daño está haciendo el 3D al cine, que ahora solo tenemos un tipo de toma. ¡Qué cansinos! Que cuando se estudie el cine de esta época a posteriori va a ser todo tan estándar y tan descarado que nos va a dar hasta vergüenza.

Toda toma tiene que rodarse en estilo desfiladero con cosas que se te vengan encima...bueno, pues nada, repetimos y repetimos para que nos parezca que nos metemos en la película. Como si no supiéramos que una proyección, físicamente, es una pared. Vamos, un 2D. Que los pintores llevan mucho tiempo engañándonos con las tres dimensiones: pero que para ser 3D, tiene que ser una escultura. Lo que es, es.

Y para terminar, los grandes personajes de la saga. No, no son los tíos buenorros que abundan por doquier como actores, incluido el supuesto novio de Jon Kortajarena (lo siento, chicas).

Son las fantasías diseñadas exclusivamente para venderlas posteriormente como muñequitos: el ciervo gigante de la reina mora; el cerdo ¿vietnamita? ¿jabalí? sobre el que monta el enano; los carneros que no sabemos de donde salen pero que tan bien les va para subir una montaña; el ¿troll? kamikaze que se pone un pedrolo en la cabeza y destruye murallas a lo Zidane...tantos, tantos absurdos que, entre otras cuestiones, provoca que te sea imposible concentrarte.

Bueno, y Légolas y sus legoladas: que cada vez estoy más convencida de que fue el que enseñó a Jesucristo a caminar sobre las aguas. No os digo más. McGyver a su lado...buah, un alumno de primero de pretecnología. Es que con todo se apaña...es una cosa...

Así que con esas estamos. Si consigues aislarte del ruido y de tanta tontuna se cuenta una historia que, mira, no está mal: Galadriel y Taurel están muy bien, papeles muy interesantes; mueren un poco a lo Harry Potter y consiguen que nos identifiquemos, valoremos y entendamos a Bilbo: el verdadero protagonista de la película.

De todas formas, los que salen flipando de la película no sé qué es lo que han visto. Las butacas rojas en esto hacen mucho daño, porque tanta sacudida no puede ser buena. Entre eso, y la cantidad de cervezas que vi que recogían las de la limpieza, me puedo explicar un poquito.

Una pena que terminar en lo alto sea siempre tan complicado. Si lo entiendo; tienes tantas ganas de terminar, estas tan cansado, que te vuelves descuidado. Cualquiera que haya hecho un Máster lo entiende.

Y mira, seguro que material promocional venden a millones: yo ya quiero el ciervo (¿Megaloceros?) pero a tamaño real para mis paseos triunfales. Con un par (de cornamentas).


sábado, 20 de diciembre de 2014

Cementerios navideños en Irlanda

Como decíamos ayer....ya están aquí de nuevo las Navidades, y con ellas...¿las depresiones?

Personalmente no termino de entenderlo. Muchos me dicen que son épocas en las que se echan de menos a los que no están. Esto puede ser correcto. Pero supongo que también aplica a otras fiestas de guardar.

No sé. Le doy vueltas y no termino de verlo. Me parece un poco como cuando a las madres no les apetece hacer algo y sieeeeeempre les echan la culpa a los niños, en plan: "Es que a menganita no hay quien la lleve a pitupli". Y claro, con la excusa eso que se ahorran. (Ahora, que el niño cuando se entere va a flipar, como me pasó a mí).

Seguro que me falta experiencia y que soy yo, no ellos; pero desde luego, cuando yo muera, que nadie deje de celebrar las Navidades. Al contrario: más vale que sigan disfrutando -o no respondo de mi mortitud-.

Y eso que yo, yo, no celebro las Navidades: celebro el solsticio de invierno. ¡Algo que es como para no celebrarlo!

Después de cada día notemos, en más de dos minutos, que los días se van haciendo más cortos, más fríos, más oscuros...por fin, llega la noche más larga del año (que es como la traca final) y ahí, en ese momento, todo cambia.

De repente tienes la promesa de que los días serán cada vez más largos, eventualmente más cálidos....y poco a poco irás viendo las primeras yemas que anuncian la primavera.

Es el momento en que tomas consciencia de que lo más duro ha pasado: no por nada en muchas culturas a noviembre se le llama el "mes negro", un mes que tradicionalmente cuenta con el mayor número de suicidios. Donde los viejitos mueren porque ya no tienen fuerzas para esperar otra primavera.

¿No os parece algo digno de celebración?

El año pasado pasé las vacaciones de Navidad en Irlanda y fui testigo de algo que me gustó muchísimo, y que me parece una manera serena y muy bonita de unir esas dos contradicciones que parece que muchos sufren en esta época.


En Irlanda el día de Navidad -en el que suelen ir a misa, pero en eso mejor no entramos-, antes del banquete, se acercan en familia al cementerio a visitar a sus seres queridos: integrándolos de esta manera en la celebración.

Y los cementerios irlandeses en esta época son dignos de verse. Porque no solo van, o llevan flores: realmente, llevan la Navidad a la tumba.

Te puedes encontrar árboles con luces, los juguetes que le han traído Santa (por ejemplo, vi un balón), flores de Pascua, adornos de todo tipo...me pareció tan espectacular como inesperado.

Nunca vi llevar la Navidad más allá de nuestras puertas, y desde luego, me pareció totalmente maravilloso. El cementerio estaba cálido, lleno de vida, celebrando una fiesta.

Numerosos adornos estaban bajo urnas para evitar que se los llevaran los cuervos (por cierto, que si alguna habéis se os ha planteado la duda entre crow y raven -como la tenía yo- es que no habéis visto un raven, ya os lo digo).

Todavía me dura el asombro y ya hace un año; y es que me pareció una manera tan serena de unir los dos mundos, tan festiva, que aun estoy ojiplática.


Así que, igual que el Cementerio del Bosque de Estocolmo me pareció el mejor sitio de descanso posible; la tradición irlandesa de acercar la Navidad a nuestros ancestros también me ha gustado muchísimo (y me la quedo).

¿Harán lo mismo en España los que vayan al Cementerio de los Ingleses de Madrid? Ya tengo plan. Habrá que ir a comprobarlo.