domingo, 25 de octubre de 2015

El Camino: a flower in the mountain

El Camino de Santiago es un camino milenario que durante siglos ha ido creando peregrinos por todo el mundo. Patrimonio de la Humanidad, Itinerario Cultural Europeo y Calle mayor de Europa, entre sus recovecos y ramificaciones el arte surge a borbotones invitando al disfrute y la reflexión. Si es común decir que existen dos tipos de personas: los que han sido Erasmus, y los que no,  también podemos hablar de los que han sido peregrinos del Camino y los que (aun) no.

Durante quince días he caminado, mayoritariamente sola y en silencio, por el Camino francés, disfrutando del otoño y del arte del Camino. Y es que este arte no es solo monasterios e iglesias, santuarios y ermitas: es también ese arte popular que te acompaña a cada paso. 


Un arte lleno de emoción, que se siente cercano y lleno de cariño. Son las cruces de madera que se dejan en las alambradas: los montículos de piedras sobre cualquier superficie. Las fotos, los altares improvisados. Los mensajes de ánimo y frases inspiradoras. Son los graffitis que te desean ¡Buen Camino!, que te dicen ¡Ultreia! y te recuerdan que seas tú mismo.




Este arte es hermoso. Te recuerdan los miles de pies que han pasado delante de ti: y te invita a dejar tu mensaje a los que vendrán detrás: "no te desanimes", "no te rindas", "un poco más". Y, sobre todo: "párate y disfruta".

Párate y disfruta porque el horror de las prisas también han llegado al Camino. Diez kilómetros más: es muy pronto para pararme...a veces se convierte en un entrenamiento en pista. ¡No! No me digas que has llegado demasiado temprano si no te has parado en el Monasterio de Samos; si no has recorrido sus claustros, su perímetro habitado por patos y gatos. Si no has bajado a visitar la ermita y su ciprés milenario.

Párate y disfruta. Disfruta de los tonos otoñales, tan parecidos a los de la roca: a los de la piedra tallada. Para y fíjate en los helechos, en las bayas: en las telarañas gigantes en un prado helado. En el color de las viñas. En la grandeza de las montañas.




Párate y escucha. Quítate los dichosos cascos que llenan tu vacío, que te aceleran. Escucha a las aves que te acompañaran durante el Camino. Cantan para ti: no las ignores. Escucha a los castaños: te advierten antes de tirar proyectiles puntiagudos: quien avisa, no es traidor. Escucha a los árboles en los días de viento: te cuentan cosas aunque no sepas su idioma.


Párate. Disfruta. No es una carrera. No hay una meta. Es un camino. Es el Camino. Canta si quieres. Silba. Rie o llora. Haz lo que quieras. Pero no enciendas el móvil, ni mires el GPS. Una flecha amarilla es todo lo que necesitas. A veces las ves, y otras las sientes.



Párate y disfruta. Y no te rindas, y no desesperes. El dolor también te dice que frenes. Vigila cada paso, y déjate llevar. No tengas miedo. Solo anda. Camina. Hacia delante. No hay más. 











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