domingo, 5 de mayo de 2013

Mi Museo Imaginante: La joven de la perla




Tras pasar unos días «arriñonada» de atrochar por cuestas inverosímiles, el paisaje castellano me ha traído a la mente la segunda obra de mi Museo Imaginante: La joven de la perla.

Y es que a veces pienso como los «mesetiles» o «meseteños» no hemos desarrollado más el paisaje de tipo holandés, ¡si es que nos pega!. Porque en nuestros cuadros visuales el cielo también ocupa, al menos, dos tercios de la vista, y las nubes flotan juguetonas, como adornos de una obra de arte.  Habríamos sido entonces los antecedentes del arte moderno...¡pero qué se le va a hacer!

Si bien la ciudad de origen no es mucho más que una anécdota en nuestra vida -una casualidad-, el paisaje que te rodea durante los primeros años sí que creo que deja una honda impresión, marcando el carácter. Si dicen que somos lo que comemos, no menos lo que vemos, lo que nos rodea.

Y para mí, como para otros muchos, este paisaje es la meseta: inmensa, sempiterna perspectiva de ocres y verdes...y cielo, mucho cielo, y nubes esponjosas de mil formas. Puede resultar desangelado porque nada te abraza ni te cobija; te encuentras expuesto por completo ante un mar de tierra rojiza. Pero también es el paisaje de la mirada lejana, del infinito; y del vacío absoluto, meditativo. 

Y en estas andaba yo cuando pensé si no era esa la razón de que me resultaran tan familiares las llanuras neerlandesas. Con otras textura y reflejos, pero en el fondo tan iguales: una pequeña lengua de tierra que no termina...y cielo, mucho cielo; y nubes, muchas nubes. Y de aquí me fui a recordar los mejores paisajes. Y después las Marinas. Recordé tantos paseos por tantos Museos...y me vi llegando a los pies de la Joven. De la perla. De Vermeer, claro.

Os digo desde ya que era y soy fan de Johannes, y conocer sus obras era como conocer a cualquier famoso, pero sin gritar (por disimular, que estamos en un museo...). Aunque conocía la mayoría de los cuadros por foto, la verdad es que no se correspondieron mucho: mis favoritos no lo fueron tanto, y otros, que en reproducción pasan más desapercibidos, resultaron ser espectaculares.

Pues esto me pasó con La joven de la perla que me parecía una más, y que, como La muerte de Marat, me la encontré de sorpresa: esta vez, en el Mauritshuis de La Haya (que ya a la ciudad me costó tiempo ir, vamos, en concreto lo que tardé en descubrir que en neerlandés La Haya es Den Haag. Uf, por fin sabía que tren coger...).

El Mauritshuis es un lugar muy interesante con una ubicación de ensueño (como tantas veces pasa en las ciudades de Los Países Bajos, que tienen rincones tan bonitos que te parecen de mentira). Es un museo excepcional de los que me gustan a mí: pocas obras, pero muy muy escogidas. Perfecto. Porque terminar con «museitis» por ver obras secundarias...uf, que pereza.

Aquí no, aquí tienen solo obras excepcionales. Pero una tras otra: Rembrandt; Fran Hals; Potter (el Potter que ya conocemos, ¿eh?)...y de repente, ahí, como en un pasillo, al subir una escalera...La joven de la perla mirándote misteriosamente...

Y es que es una obra magnífica, muy moderna. De hecho, no me pareció un retrato, sino un bodegón...humano. Es un lienzo muy calmado, de pocos colores pero bien escogidos, con un halo de misterio fantástico. Ya os digo que en principio no era ni de mis favoritas de Vermeer...y sin embargo no podía dejar de mirarla. 

Porque no es que te hable: de hecho, todo el cuadro destila silencio, recogimiento. Pero sientes también que se comunica contigo, casi por telepatía. 

Espero que a nadie le de un «jama» cuando lea esto, pero es lo que esperaba que me pasara con La Gioconda...si hubiera sido una obra excelente, que no me lo pareció. Y en cambio esta joven te absorbe por completo en su mundo de reflexión.

Y es un bodegón porque lo más importante, la esencia del cuadro, es esa gota de blanco del pendiente, punto fundamental de la composición. El blanco, solo un color, síntesis de la modernidad; protagonista disimulado de la pintura. Que asombroso que una sola pincelada sea tan determinante...De nuevo impresionada por el carácter contenido y la poética silenciosa del arte holandés.

Ahora La Joven...está «on tour», visitando Japón. Siempre nos da cierta angustia que pinturas tan importantes anden viajando por el mundo. Aunque seguro que los japoneses saben disfrutar de esta gran obra de arte como si fuera un haiku en óleo. ¡Tratadla bien!. 





2 comentarios:

  1. Me encanta Vermeer y por supuesto el cuadro de La joven de la perla es hermoso. En casa tengo una copia, bastante buena por cierto, que hizo hace muchos años mi suegro (era pintor semiprofesional) y disfruto verla cada vez que paso a su lado.
    Muy buena tu publicación.
    Saludos.

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  2. ____ !!!!!!! totalmente cierto lo de que somos lo que nos rodea ---
    - muy fan de VERmeer , sus mujeres en escenas domésticas y sobre todo los interiores de las casas --- La joven de la perla ( como LA muerte de Marat) son especiales porque dices absorben x completo---
    sigue escribiendo sobre Arte , que nos encanta

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